lunes, 30 de junio de 2008

La vieja dijo sí


El más grande, Alfredo di Stefano, llama al balón de fútbol "La vieja". Sus palabras tienen una sabiduría ancestral porque él también es viejo y sabio, así que sabe de lo que habla.

Ayer la vieja dijo sí a España. Lo hizo en color, en alemán y con 44 años de retraso. Bien es verdad que, allá por 1992, en las Olimpíadas de Barcelona, la vieja balbuceó algo en español y nos llevamos la medalla de oro en fútbol. Pero fue un premio menor.

Ahora es diferente. Esta vez pudimos y somos los reyes del balompie en el Viejo -también- Continente. Pudimos con todos. Con la campeona del mundo (Italia) y con la campeona de Europa (Grecia). También con el gafe de Rodríguez Zapatero, que amenazaba con llevarnos por delante, pero gracias a otro gafe (el alemán Ballack, cuatro finales perdidas este año, todas con el número 13 a la espalda) y al karma o la baraka del Juan Carlos I, se pudo neutralizar el mal fario del presidente del Gobierno. Lo que no pudimos evitar es que ZP se uniera al rey para chupar cámara.

Con esta victoria se vengan varias generaciones de españoles, algunos con nombres y apellido. Cardeñosa (el villano del Mundial de Argentina '78), Eloy -que falló su penalti mexicano en 1986-, Nadal en la Eurocopa de Inglaterra '96, Raúl en 2000 y Joaquín en el Mundial de 2002. También Salinas y Luis Enrique, al que por fin, doce años depués, la nariz y el alma le han dejado de sangrar. Parecía el hemorroíso.

Pero sobre todo, Arconada. Porque Luis Miguel Arconada -seguro que lo han visto- subió ayer a recoger la copa de Europa disfrazado de Palop. Se la dio Platini, el mismo que le condenó en 1984 a ser subcampeón para la eternidad por un fallo injusto y fatal.

Ayer el equipo nacional volvió a lo más alto. Yo (¡zas, zas!) me flagelo por mi incredulidad, reflejada con saña en este blog. En mi descargo alego muchos años de cuernos, soportados estoicamente porque la vieja es una mujer única y neumática. Pero ayer, por fin, dijo sí. Sí quiero y el novio -un país llamado España-, anciano y paciente como Florentino Ariza, pudo cumplir su deseo más íntimo.

Hoy estamos todos de resaca. Que siga la fiesta.

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