miércoles, 1 de abril de 2009

Hotel de mil historias

Rafael Moreno es un romántico. Basta hablar con él dos minutos para darse cuenta. Incluso con uno sólo alcanza. Hace unos días me lo encontré en el Café Iruña, refugio obligado de pamploneses de toda la vida. Era sábado y lucía un sol extravagante, impropio de esta primavera escocés que sufrimos.

Rafa iba elegante, como siempre, pausado en las formas y cabal en el fondo. Hablamos un rato y una vez más me maravilló comprobar que es un hombre que ha hecho realidad su sueño: restaurar la casa de sus antepasados y abrirla de nuevo a todo el mundo. Una casa que se levantó para ser hotel en la Plaza del Castillo 1, puro corazón de Pamplona la Vieja, lugar donde él nació.

Desde su construcción en 1881 los Graz-Moreno regentaron el Hotel La Perla, que ahora es un cinco estrellas recuperado a mayor gloria de la capital navarra. Sus paredes son historia viva de otro tiempo y, si hablaran, contarían muchas cosas de sus visitantes. Revelarían quizá los secretos de Orson Welles por las callejas pamplonicas, hubiera encierros o no. Acaso nos envolvería la música de Pablo Sarasate, que vivió a temporadas en el hotel y que tocaba el violín en el balcón para entretener a los viandantes, o tal vez repetirían los andares desmañados de Charlot, alojado allí con el nombre de Charles Chaplin.

La magia de La Perla no está, ni mucho menos, en que haya tenido como huéspedes a grandes personalidades, sean Alfonso XII o el marqués de Lozoya, Eugenio d’Ors o el Aga Khan. Para eso hay hoteles que pueden lucir más galones. El encanto de La Perla está en que cada habitación, bautizada con el nombre de alguno de sus ilustres visitantes, conserva recuerdos de todos ellos, ya sean fotografías suyas en el hotel, algunos muebles que conocieron o, simplemente, las vistas que disfrutaron.

Gracias a esto es posible asomarse a la calle Estafeta desde balcón que usaba Hemingway –del que este año se cumple medio siglo de su última visita– para ver el encierro o admirar el primer ascensor que tuvo la capital navarra, el mismo que esperaba Manolete para subir al cuarto tras sus faenas en la Monumental de Pamplona.

Porque La Perla fue también hotel de toreros legendarios. De Belmonte a Cayetano Ordóñez pasando por Lalo Moreno, matador navarro, que en óleo y traje de luces preside con empaque el restaurante, conocido popularmente como “Las Pocholas” en homenaje a las hermanas Guerendiáin. Ellas fundaron el Hostal del Rey Noble, antaño situado en el Paseo Valencia y hoy convertido –para dolor de los pamploneses, entre los que quiero contarme– en una mustia caja de ahorros. Vasca para más señas.

Lalo, que es hermano de Rafael y fue un novillero con casta, tomó la alternativa en Tafalla de manos de El Niño de la Capea. Sin embargo, quijote por vía paterna, se cortó la coleta ese mismo día. Sólo por ese gesto tiene bien ganado su lugar en el Cossío. Por ese gesto y también por el refrán que, discreto como buen Moreno, tanto le gusta: Bien vive quien bien se esconde.

Así que esta es la historia de un hotel con mil historias. Una casa generosa imaginada por Víctor Eusa que engrandece Pamplona porque conserva el alma de la ciudad y que la embellece y se la cuenta con cariño y palabras mudas a todo el que traspasa sus puertas.

Gran Hotel La Perla. Tres siglos, cuatro generaciones, cinco estrellas.


Publicado en OSACA (dominical del Diario de Burgos) el 15 de marzo

1 comentario:

Isaías dijo...

Todo eso está muy bien, pero de todos es sabido que el mejor hotel de toda Navarra es tu casa, Nacho. Por cierto, ¿como van esas gestiones para que os den la estrella Michelín?
Fuerte abrazo.
Isaías