lunes, 16 de noviembre de 2009

Siluetas

Étienne de Silhouette fue un recaudador de impuestos, pero no uno cualquiera. Vivió en pleno siglo XVIII en Francia, como su propio nombre indica. Si eres francés puedes llamarte Pierre o François o Étienne, y en el caso que nos ocupa sus padres eligieron éste último.

Monsieur Silhouette nació en 1709, justo hace ahora dos siglos y ya desde pequeño demostró una rara habilidad para los números. Su padre, empresario cabal, le mandó a Inglaterra a desasnarse y, de paso, aprender de los ingleses a hacer buenos negocios. Pero al muchacho le interesó mas la teoría que la práctica, los impuestos que los dividendos, así que al volverse a Francia se hizo funcionario de Luis XV. Pero, como antes decía, no uno más. No, no. Étienne de Silhoutte llegó a ser Inspector General de Finanzas de Su Majestad Le Roi, en parte a su talento y en parte a la señora Pompadour, que le apreciaba mucho (y para esto también hace falta talento, aunque de otro estilo).

Silhouette fue un férreo defensor del libre comercio y, por tanto, enemigo de los privilegios del clero y la nobleza, que en aquellos tiempos no pagaban impuestos. A partir de ahí comenzó su leyenda negra, ya que les obligó a pagar un tributo sobre las “manifestaciones externas de riqueza”. Es decir, sirvientes, castillos (que en francés se dice châteaux y queda más fino) y carruajes.

Los nobles, molestos con el justiciero Étienne, empezaron a utilizar la expresión à la Silhouette para llamar a unos pantalones que carecían de bolsillos para llevar el dinero. ¡Qué irónicos! También les dio por llamar silhouettes a los perfiles en papel recortado que se vendían en las ferias y mercedos, ya que eran una forma barata de tener un retrato. De ahí derivó que se llamaran “siluetas” y que el vocablo también se empleara con fruición para burlarse del prójimo. [Nota: Habrían de pasar doscientos años para que un grupo musical, los inefables The Silhouettes, tomaran esa palabra como nombre de guerra, pero esa es otra historia que, como decía Bastián Baltasar Bux, deberá ser contada en otra ocasión].

Silueta es un epónimo, un “sobrenombre” si vamos a la etimología griega. Es decir, una palabra que procede del nombre de su inventor o descubridor, como linchar, nicotina o diésel. Lo curioso de este caso es que el padre de Étienne de Silhouette, que se llamaba Arnaud, era de Biarriz, la preciosa villa vascofrancesa en la que Napoleón III construyó un palacio como regalo de bodas para su esposa, nuestra Eugenio de Montijo.

Y es gracioso porque Silhouette es un afrancesamiento del apellido vasco Zulueta, que de esta manera oculta su origen agrario y adquiere cierto brillo imperial. Estas cosas también ocurren en Perpiñán, donde escriben Freyssenet por Freixenet o Roussell por Rosell. Al menos así lo cuenta el escritor catalán Quim Monzó, que añade “si la historia hubiese sido otra y los registros civiles no hubieran entrado a saco en los apellidos de la gente, hoy, cuando viéramos por la calle a una belleza diríamos: “¿Te has fijado en esa chica?” ¡Qué zulueta!”.

Termino. En vascuence zulueta quiere decir “lugar del agujero” (de ahí zulo, desgraciada palabra de común uso etarra), lo que no deja de ser malsonante, incorrecto. Al menos políticamente.

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