lunes, 29 de marzo de 2010

Finally, four


Si algún deporte se vive con pasión universitaria en EEUU ese es el baloncesto. La NCAA es una liga equilibrada en la que jugadores jovencísimos (siempre menos de 23 años) se dejan la piel en cada encuentro. La NCAA (National Collegiate Athletic Association) agrupa los campeonatos de todos los deportes universitarios, del fútbol al voleibol, del lacrosse a la natación, pero sólo el baloncesto es capaz de reunir a cientos de miles de espectadores durante casi seis meses, que es el tiempo que dura la competición.

Quizá sea por los millones de dólares que logran para sus universidades, sobre todo por los derechos de televisión que las cadenas pagan a las principales ligas (Big East, donde juegan equipos legendarios como Syracuse, Georgetown o Villanova, o Big Ten, con Indiana o Michigan State, la universidad con la que Magic Johnson ganó su primer gran título a costa de Larry Bird).

Este fin de semana ha finalizado el trepidante March Madness, la demente competición que disputan los 64 mejores equipos norteamericanos. Para sorpresa de todos, ni Kentucky ni Kansas han llegado a la Final Four a pesar de su insultante domininio en la liga regular. Por el camino se quedó también Syracuse y, sobre todo, Georgetown, capaz de lo mejor y de lo peor.

En Indianapolis estarán Duke (felicidades a Gregorio Méndez), Michigan State (por segundo año consecutivo), West Virginia y una sorpresiva Butler University, que ha jugado en casa y cuenta con el apoyo de una afición sabia y ruidosa.

Si hay que apostar por los finalistas ahí va mi predicción: Michigan State vs. Duke. El campeón se conocerá el 5 abril... y será Duke.

Finally, one.

El pasado domingo la Universidad de Duke ganó el campeonato universitario de baloncesto al derrotar a Butler University por 61-59. A veces soy odioso.

lunes, 22 de marzo de 2010

El futuro ya está aquí

Dedicado a Isaías, Etíope y Roberto Nicieza.
Grandes entre los grandes


En 1983 ya habían ganado los que nos dijeron que eran los nuestros (el PSOE). Poco después vino la Olimpiada de Los Ángeles '84 y hasta en Ispáster celebraron la victoria sobre Yugoslavia en semis. Con doce años pensar en el 2010 era pensar en un futuro lejaaaaaaaaaaaaaaaannnnoooooooo. Nosotros, como el Serafu, sólo queríamos llegar al año 2000 y "si eso" morirnos sin haber cumplido los treinta.

Con casi cuarenta estamos calvos (algunos) y ninguno diputado, así que el verso de Miguel d'Ors no aplica. Como cantaba Santiago Auserón en "Enamorado de la moda juvenil": el futuro ya está aquí. ¿En dónde? Santiago, Ponferrada, Madrid, Washington.

Los que estaban en el 83 siguen en el 2010 y ya no engañan a nadie, salvo a sí mismos. y hasta Manuel Abel ha cambiado de bando, no como Roberto Correa o Fernando Terrón, hombres de ideas fijas.

¿Cómo calificarlos? ¿Siniestro total? ¿Golpes Bajos? ¿O simplemente Ilegales?






viernes, 19 de marzo de 2010

Ogro Chávez asusta a los niños

hSi el gobierno de España tuviera la mitad (¡qué digo la mitad! ¡con un tercio llegaba, aunque no fuera un Tercio de Flandes!) la mitad del valor (o cojones, que en román paladino es lo mismo) que tiene Hugo Chávez hace tiempo que las relaciones diplomáticas con Venezuela estarían en el único sitio que merecen: la basura.

A las infectas declaraciones de un insolvente profesional, estómago agradecido y esbirro de la peor calaña llamdo Alberto Nolia (que calificó en un programa de Radio Nacional Venezolana al jefe del Estado, Juan Carlos I, "borracho indeseable", "jalador profesional", " ladrón" y "reyezuelo") se unen las palabras del presidente venezolano en las que dice que España perdería más que Venezuela si se cierra la embajada de Caracas. Es lo que ocurre cuando la boina -sea roja o negra- se lleva por dentro, bien incrustada en el cerebro.

No, colorado enemigo, comandante Ogro Chavez Frías. Más de lo que hemos perdido los españoles en nuestro trato con usted no podemos perder: la vergüenza, la dignidad y hasta el aliento por culpa de una política exterior patética que nos lleva a arrastrar el fondillo por medio mundo y parte del otro.

Nuestro presidente Zapatero y su ministro de Exteriores, Moratinos (al que se le puede aplicar aquella memorable frase de Ortega y Gasset contra Salvador de Madariaga: es tonto en seis idiomas) son especialistas en abrazar dictadores y bajarse los pantalones por un contrato de suministro, pongamos que en Cuba, Venezuela o Ecuador. Y no merece la pena. De verdad, no la merece.

Nuestro presidente, sí, el mismo que fue capaz de quedarse con el culo pegado a la silla ante la bandera de EEUU, pierde el ídem cada vez que un caudillo de tres al cuarto levanta la voz. Y de esos hay bastantes en Latino América, un continente que, en general, tiene lo que se merece por la ignorancia del pueblo y la iniciativa de sus políticos. Y no hay nada pero que esa combinación: tontos con iniciativa.

A medio camino entre la amenaza siciliana y el consejo de telepredicador aficionado, Chávez ha recordado que España tiene muchas inversiones (¡el petróleo!, ¡los bancos!, ¡el gas!) en Venezuela y que será mejor si las protege. Sinceramente, me importan un huevo las inversiones del Banco Santader (Banco de Venezuela) y el BBVA (Banco Provincial) , de Repsol-YPF o de MAPFRE. Como español no les debo nada, aparte de mi hipoteca (que no es poco). De modo que si las multinacionales españolas pierden su dinero, que lo pierdan. Más se perdió en Cuba en 1898 y en 1959 y aquí estamos, con una democracia imperfecta, pero democracia al fin. Sin tener porqué desayunarme con los alaridos de los mandriles de culo rojo en televisión mañana, tarde y noche.

Entre tanto, Chávez Frías protegerá a las alimañas terroristas de ETA que vegetan en sus ministerios, esos heroicos gudaris marxistas-leninistas que cambian la txapela de Elósegui por la boina roja, el txakolí por el ron sin mover un músculo. De los apagones Chávez no ha dicho nada. De la libertad de prensa no ha dicho nada. De la entrega de Venezuela a Cuba... no ha dicho nada.

Resulta curioso ver a un comunista del siglo XXI en plena defensa del capital. Pero es que Chávez es así y por eso siguen las ventas de petróleo al enemigo del Norte y la red de gasolineras CITGO se extiende por todos los EEUU (desde 1990, el 100% de CITGO pertenece a PDVSA, la empresa pública petrolífera de Venezuela )

Bien lo entendió Aznar, el presidente que devolvió a España a la primera división mundial. Lo consiguió, por ejemplo, al promover la Posición Europea común contra la dictadura cubana o al respaldar a los demócratas venezolanos que intentaron derrocar a Chávez en 2002 y a los que, finalmente, les tembló el pulso.

Para saber, de verdad, a qué tipo de necio nos enfrentamos basta con ver a Buenafuente.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Una elegante chatarra

Dedicado a José Luis de Cea-Naharro, marino y marine.

La reina María de Inglaterra tuvo un hermano normando que era tan grande como ella. Los franceses estaban muy orgullosos de él, así que lo llamaron Normandie: el barco más elegante del mundo. Tan parecido al “Queen Mary” como dos copos de nieve de los que han sepultado Washington, DC hace unos días.

El gigantesco “Normandie” nació en 1932. Lo había pagado la Compañía General Trasatlántica, que lo convirtió en su buque más lujoso. Su tamaño era el doble del famoso “Titanic”, así que lo franceses tenían –por una vez– motivos para sacar a pasear su grandeur. Lo hacían sobre todo en Estados Unidos, destino habitual del “Normandie” y sus tres mil pasajeros De El Havre a Nueva York en menos de cuatro días, travesía de la que gozaron Hemingway, Walt Disney y Marlene Dietrich (cada uno en su camarote).



El inicio de la II Guerra Mundial sorprendió al buque en los muelles de Manhattan y ya nunca más volvió a la vieja Europa, que entonces observaba con indiferencia cómo Hitler invadía Polonia con Wagner de banda sonora. Las medidas cautelares de EEUU obligaron al “Normandie” a quedarse amarrado en aguas americanas en un dolce far niente que le corroyó el alma.
En 1941 los yanquis se cansaron de ver al trasatlántico ocupar el puerto neoyorquino, así que decidieron entregar el barco a la Armada. Como es lógico, el lujo francés del “Normandie” no tenía sentido para los americanos, así que decidieron convertirlo en un buque de guerra para el transporte de tropas. El más grande del mundo.

Poco a poco comenzaron las operaciones para desmontar el vidrio, el bronce y las maderas preciosas que tanto dinero habían costado. El Art Déco se mudó en vulgares literas para 15.000 soldados. La cocina francesa en rancho americano. El cristal de Lalique en vidrio de Pennsylvania Por último, le cambiaron el nombre y el “Normadie” pasó a llamarse USS Lafayette, en honor de un general francés que combatió junto a las colonias durante su guerra de independencia contra Inglaterra.

Los trabajos de transformación del nuevo “Lafayette” fueron largos y costosos. Para colmo, terminaron mal cuando un soldador incendió fortuitamente una pila de colchones. El fuego paseó a su gusto por las cubiertas y los salones. Todos los bomberos de Nueva York llegaron al puerto para apagar el incendio, pero pusieron tanto afán en su trabajo que el agua de las mangueras inundó la bodega. La escena era ridícula: el barco ardía por la parte de arriba y se hundía por la de abajo. Tras varios días de lucha, el flamante “Lafayette” se escoró sobre babor en el muelle 88. ¿Fin de la historia? No. Jamás. Never. Jamais.

Los americanos, que cuando se ponen son tan suyos como los franceses, decidieron reflotar el buque. El trabajo era propio de Hércules, pero como ellos no conocían al semidios griego les dio igual. Tardaron casi cuatro años en sellar el casco, achicar 6.000 toneladas de agua y devolver el barco a su posición vertical. Trabajaron miles de obreros, buzos y soldadores. Pero trabajaron con lentitud, así que cuando el barco estaba listo para combatir en la II Guerra Mundial la II Guerra Mundial se había acabado.

Así que el bélico “Lafayette”, continuador del exclusivo “Normandie”, se fue directo al desguace. En su reflotamiento se habían gastado millones de dólares, de los que apenas se recuperó un 10% por la venta de chatarra. Una chatarra, eso sí, elegante. Tan elegante como sólo los franceses saben serlo.