miércoles, 27 de octubre de 2010

Ajedrez cubano

Publicado en Diario de Navarra y Diario de Burgos, 27 .10.2010
Raúl Capablanca fue un extraordinario jugador de ajedrez. Más bien, un genio. Un genio cubano en blanco y negro que llegó a ser campeón mundial en la década de 1920. La maestría de Capablanca le vendría bien al régimen de los hermanos Castro (donde claramente Fidel es el rey y Raúl, la reina, por seguir con el símil) para entregar la partida con honra antes de sufrir su inevitable derrota biológica.
La declaración del pasado lunes de la Unión Europea sobre Cuba lo confirma pese a la apasionada intervención en sentido contrario de la nueva ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez. Al final, la coordinadora de la Política Exterior europea, Catherine Ashton, resumió el acuerdo: “Tras el encuentro de los 27 cancilleres europeos no hay conclusiones formales. Pensamos que hay que seguir con la Posición Común”, que exige respeto pleno a los derechos humanos y elecciones libres. El apoyo de Alemania a esa política marca los límites en los que Ashton tendrá que moverse en sus conversaciones con Cuba... si es que el régimen se digna a hablar con ella.
Aunque le duela a Alfonso Guerra, la llegada de la señora Jiménez al Palacio de Santa Cruz es una excelente noticia para nuestra diplomacia porque es una mujer resolutiva, trabajadora y con experiencia internacional (fue Secretaria de Estado para Iberoamérica en el primer gobierno Zapatero). En 2008 tuve la oportunidad de tratarla durante un lamentable incidente en Cuba con una cooperante española arrestada y finalmente expulsada del país. Su actuación entonces fue impecable, algo que no se pudo decir de Moratinos ni del cónsul general en La Habana, empeñados ambos en ignorar la detención y ocupados en proteger los intereses de las empresas españolas en Cuba (como Iberia, Meliá o Flex) antes que a los españoles.
Anteayer la ministra Jiménez defendió una “nueva relación” con la Isla como respuesta a las excarcelaciones y las reformas económicas que los Castro han puesto en marcha. Esas medidas son, en síntesis, el despido sin indemnización de ningún tipo de medio millón de cubanos, de los que el Estado se ha librado con la inefable explicación de que podrán dedicarse a “negocios por cuenta propia”. Si un gobierno europeo hiciera lo mismo habría un levantamiento popular. El problema en Cuba, uno más, es que allí nadie defiende a los obreros porque la Central de Trabajadores (CTC, sindicato único) es una burda correa de transmisión del Partido Comunista.
El actual referente de la disidencia cubana, Guillermo Fariñas, ha calificado la actuación diplomática española como “despreciable”. Fariñas no es un fanático de Miami, sino un periodista socialdemócrata famoso fuera de Cuba por la salvaje huelga de hambre que hizo para exigir la liberación de los presos políticos enfermos. En la Isla es un perfecto desconocido porque el Estado cubano lo considera un traidor y un mercenario.
Con su actuación, El Coco Fariñas ha demostrado algo que nuestro actual gobierno no acepta: la dictadura cubana sólo entiende las posiciones de fuerza. Una parte de Europa sí lo comprende, por eso Fariñas fue premiado la semana pasada por la Eurocámara (primera institución de la Unión Europea) con su máxima distinción: el Premio Sajarov a los Derechos Humanos por su defensa de la democracia y la libertad.
Una libertad para Cuba que, sin la menor duda, es la que quiere Trinidad Jiménez. Otra cuestión es que los nostálgicos de la izquierda española, Zapatero incluido, le dejen trabajar por ella.

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