jueves, 2 de diciembre de 2010

Armas para todos


Hace pocas semanas el Congreso de los EEUU publicó su informe anual sobre el gasto militar de los países en desarrollo. Sin embargo, ha pasado inadvertido pese a los interesantes datos que arroja. Por ejemplo, que Brasil es la nación que más gastará en 2010 en armas: 7.200 millones de dólares, un cifra enorme si la comparamos con el presupuesto federal del “Programa Bolsa-Familia”: 5.000 millones anuales. Este plan de ayudas económicas directas fue creado por Lula da Silva en 2004 y cuatro años más tarde beneficiaba a 46 millones de brasileños, una cuarta de la población. Es por tanto, el programa más grande del mundo de ayuda a familias pobres, pero inferior al gasto en armas.
Después de Brasil viene Venezuela (6.400 millones) y Arabia Saudí (4.200). Lo más grave es que desde 2002 Brasil y Venezuela aparecen cada año entre los diez primeros compradores mundiales de armas y esta desenfrenada carrera ha contribuido a que América cuadriplique sus gastos en armamento y pase de casi 6.000 millones de dólares en 2002 a más de 23.000 en 2009. En el mismo período de tiempo, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo, la pobreza en ese continente ha subido del 44% al 56% (260 millones de habitantes, de los que unos 40 millones viven en EEUU) y el de pobreza extrema es el 20% (unos 110 millones de personas viven con menos de 1 dólar diario).
Otra novedad del informe es que Rusia sucede a EEUU como principal vendedor de armas a la región, ya que factura el 50% de las ventas. En segundo lugar está Francia, que tiene el 25% del mercado y en tercer lugar aparece EEUU con el 10% de cuota en el hemisferio (aunque es el primer exportador mundial con más del 50% de las armas vendidas en todo el globo).
Según el Ministerio de Defensa francés, Brasil es su mejor cliente, ya que los contratos firmados entre Sarkozy y Lula suman unos 10.000 millones de dólares en el último quinquenio, cifra muy superior a la dedicada por el gobierno brasileño a dotar el “Fondo para el Combate de la Pobreza” (FCP). De hecho, su Ministerio de Desarrollo oculta la cifra destinada a importar armamento pesado o estratégico, pero ha trascendido que la adquisición de armas convencionales creció un 440% en los últimos cinco años hasta los 19.000 millones de dólares. Gracias a todo ello Brasil, tras EEUU y por delante de Canadá, es el segundo país de América en gasto militar y cuenta ya con el ejército más grande de Latinoamérica (350.000 soldados) según el Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz (SIPRI, en inglés).
Pese a esos datos, la revista Time ha elegido a Lula da Silva como el líder más influyente del mundo en 2010. Precisamente fue Lula el que respondió ufano a George W. Bush en 2002 cuando éste le pidió ayuda para invadir Iraq: “Nuestra guerra no es para segar vidas, sino para salvarlas. ¡Vamos a combatir el hambre!”. Sí, pero menos.
La industria bélica es mundialmente poderosa. También en Brasil. Según el Tribunal Supremo Electoral en las últimos comicios ganados por Dilma Roussef (del Partido de los Trabajadores), el grupo de presión armamentístico donó 60 millones de dólares a los partidos brasileños para evitar restricciones legales al sector. Los que más lo agradecen son los narcotraficantes, que pueden adquirir en el mercado negro armas ultramodernas capaces de abatir a los helicópteros y a los que se atribuye el 80% de las 40.000 muertes violentas que cada año se producen en el gigante sudamericano.
Si queremos la paz, trabajemos por la paz. O mejor, por la justicia.


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